ACCESO PRIVADO
Este año os he escrito la Felicitación de Navidad desde el mejor sitio posible, la Basílica de la Natividad de Belén. Llegué a Palestina atendiendo la llamada de socorro de unos árabes cristianos que sufren la guerra con Israel y la marginación de sus propios hermanos musulmanes. Muchos días entre unos y otros me dio para pensar, y como todos los años, esa reflexión la comparto con todos vosotros.
¿Son los musulmanes los culpables de los graves problemas sociales de Europa?
Culpables nunca, si acaso oportunistas en una Europa enferma que cava su propia tumba.
Los musulmanes no son culpables de nuestra degradación moral, de nuestro relativismo cómplice con lo peor, de nuestra decadencia y pérdida de valores sacrificados en el altar de lo vulgar, del hedonismo y de la superficialidad.
No echemos la culpa a los musulmanes, fieles a su religión, de que hayamos dado la espalda a la nuestra, de que estemos despreciando el esfuerzo y el sacrificio de generaciones anteriores, de que reneguemos de nuestra fe y abracemos la nada como alternativa. Hemos apostado por el egoísmo en nuestras políticas sociales y Europa se muere de vieja y sin niños en los parques. Lo peor de no creer en Dios es que se puede creer en cualquier cosa y en eso nos llevan mucha ventaja los musulmanes; tienen muy claro que no les vale cualquier cosa ni cualquier otro dios.
Sentado en el suelo, a los pies del pesebre donde nació Jesús, pensé:
¿Nos ayudará la presencia musulmana a reencontranos con nuestra esencia y con nuestro Dios?
Si es así, bienvenidos sean nuestros hermanos musulmanes.
Feliz Navidad en la que todos estén invitados a nuestra mesa, sin exclusión, sin odios ni culpables, pues el día del Nacimiento del Señor es tiempo para el perdón y para la humildad.
Armando Menéndez Suárez
