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El 26 de diciembre de 2004 estaba yo en Calcuta cuando nos enteramos del tsunami que asoló las costas de India. A pesar de la devastación y miles de muertos, peor suerte tuvieron en Indonesia (Aceh), Sri Lanka, Tailandia, Maldivas, Sumatra, Andamán y sureste de China. En total, más de 260.000 muertos y una cifra igual o mayor de desparecidos. Unos cuantos voluntarios, que estábamos con las monjas de la Madre Teresa, bajamos al sur de India a ayudar en lo que pudimos, pues no había infraestructuras, agua potable, organización ni comunicaciones, y mucho menos comida y medicinas. Una tragedia humana, pero que recuerdo salpicada de islas de amor entre un océano de lodo, cadáveres y dolor. Tuve la misma sensación 11 años después durante el terremoto de Nepal, donde también presté mis servicios, construyendo la Fundación DAF, 200 viviendas refugio, letrinas y depósitos de agua potable con sus depuradoras por ósmosis inversa accionadas a pedales por los vecinos del pueblo de Khokana, muy cerca de Katmandú. Todo gracias a la generosidad de miles de asturianos. También allí habían surgido esas islas de amor que humanizaron el sufrimiento por la pérdida de vidas y de sus escasos bienes.
Aunque nos desborden los problemas y las preocupaciones en un mundo violento, en crisis económica y humanitaria, siempre encontraremos islas de amor donde refugiarnos, sentirnos queridos y a salvo. Cáritas, fue la primera de esas islas que acogió a los náufragos de Kerala y otras regiones sureñas de India. Aquí tenemos al Albergue Covadonga, con el que la Fundación DAF colabora, aunque hay otras muchas de esas islas cerca de nosotros que nos necesitan. Pero la familia sigue siendo la mejor de las islas y la Navidad tanto para cristianos como para los no creyentes es y será la fiesta de la familia. Para unos, de la Sagrada Familia, y para los otros, de la familia sagrada, pues sagrado y salvador es el amor para unos y otros.
En Navidad me gusta compartir con mis amigos reflexiones que han marcado mi vida, y este año comparto con vosotros lo que me dijo aquel cura nepalí que estaba ayudando a buscar los cuerpos de sus feligreses enterrados bajo los escombros: “¿Ves, Armando? Lo que estoy haciendo es muy parecido a la fe en Jesús; no es una búsqueda privada, sino una experiencia de vida en común”.
Os felicito la Navidad con el deseo de que hagáis de vuestra familia, de vuestros amigos, de vuestras parroquias, islas de amor donde os refugiéis y deis refugio a tantas personas que nos necesitan.
¡Qué paséis una Feliz Nochebuena! Eso sí, con los móviles apagados para disfrutar de esas personas a las que vemos y escuchamos tan poco a pesar de estar tan cerca.
Armando Menéndez Suárez
Puedes descargar la felicitación a través del siguiente enlace Felicitación DAF 2019
